La justicia de Dios es un concepto fundamental en la teología cristiana. Se refiere a la fidelidad de Dios a Sus promesas, a Su coherencia entre lo que dice y lo que hace, y Su compromiso por amor a Su Nombre y para Su gloria. La resurrección de Cristo desempeña un papel crucial en nuestra justificación, que es el acto de declarar justo al creyente conforme a la justicia que Dios posee. A través de la fe en el Cristo resucitado, nos convertimos en poseedores de la misma justicia (rectitud) de Dios.
**La Justicia de Dios y Su Fidelidad a Sus Promesas**
La justicia de Dios se relaciona con Su fidelidad a Sus promesas. Dios es fiel y coherente en todo lo que dice y hace. Como se menciona en Números 23:19: "Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre, para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?". Esta afirmación destaca la integridad de Dios en el cumplimiento de Sus palabras. Su justicia implica que siempre actúa de acuerdo con Su carácter y Sus promesas.
**La Resurrección de Cristo y la Justificación**
La resurrección de Cristo es el evento central de la fe cristiana y tiene un propósito crucial en nuestra justificación. Romanos 4:25 declara: "el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación". La resurrección de Cristo no solo demuestra Su poder sobre la muerte, sino que también establece la base para nuestra justificación. Dios al resucitar a Cristo de entre los muertos, ratificó la obra redentora de Cristo y nos otorgó la posibilidad de ser declarados justos por el Señor mismo al hacernos participes de la Justicia de Dios por medio de la fe.
**La Justificación por la Fe en el Cristo Resucitado**
La justificación es el acto divino de declarar justo al creyente conforme a la justicia que posee. Gálatas 2:16 nos enseña: "sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo, y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado". Esta declaración destaca que la justificación no se obtiene a través de nuestras propias obras, sino por medio de la fe en Jesucristo.
**Poseedores de la Justicia de Dios por la Fe en Cristo Resucitado**
A pesar de que la Biblia no utiliza la frase "poseedores de la justicia de Dios" de manera explícita, el concepto se deriva de las enseñanzas bíblicas. En Filipenses 3:9, el apóstol Pablo habla de "la justicia que es por la fe en Cristo, la justicia que es de Dios por la fe". Aquí, se revela que, a través de la fe en Cristo resucitado, recibimos una justicia que no solo proviene de Dios, sino que es de Dios. Esta justicia divina se nos atribuye y en base a ella se nos declara justos ante Dios, es decir, se nos justifica.
**La Justicia de Dios: Un Manto Colocado por Dios Mismo**
La justicia de Dios se puede comparar con un manto divinamente tejido que nos es colocado por Dios mismo. Al abrazar la fe en el Cristo resucitado, nos revestimos de este manto de justicia que proviene de Él. A través de la obra redentora de Cristo, recibimos este manto celestial que nos declara justos ante Dios. No se trata de una justicia basada en nuestras propias obras, sino en la fidelidad de Dios a Sus promesas revelada en la muerte y resurrección de Cristo. Al ser poseedores de este manto de justicia, tenemos la responsabilidad de vivir de acuerdo con esta nueva investidura. Nuestra vida debe reflejar la justicia que Dios nos ha concedido, para Su gloria y conforme a Su voluntad.
En resumen, la justicia de Dios es en esencia Su fidelidad a Sus promesas, es decir, la coherencia de Dios entre Sus dichos y Sus actos. La resurrección de Cristo ha revelado la justicia de Dios y la resurrección de Cristo es esencial para nuestra justificación, ya que ratifica nuestra nueva identidad como esclavos de la justicia de Dios. A través de la fe en el Cristo resucitado, nos convertimos en poseedores de la justicia de Dios. Nuestra justificación se basa en la fe en Cristo y en Su obra redentora, no en base a nuestras propias obras. Por tanto, somos declarados justos por Dios en base a la Justicia de Dios que se nos atribuye por la fe en el Cristo resucitado. Tenemos la oportunidad de vivir en Su justicia, para Su gloria.