domingo, 10 de septiembre de 2023

La Justicia de Dios y la Justificación a través de la Fe en Cristo Resucitado


La justicia de Dios es un concepto fundamental en la teología cristiana. Se refiere a la fidelidad de Dios a Sus promesas, a Su coherencia entre lo que dice y lo que hace, y Su compromiso por amor a Su Nombre y para Su gloria. La resurrección de Cristo desempeña un papel crucial en nuestra justificación, que es el acto de declarar justo al creyente conforme a la justicia que Dios posee. A través de la fe en el Cristo resucitado, nos convertimos en poseedores de la misma justicia (rectitud) de Dios.


**La Justicia de Dios y Su Fidelidad a Sus Promesas**


La justicia de Dios se relaciona con Su fidelidad a Sus promesas. Dios es fiel y coherente en todo lo que dice y hace. Como se menciona en Números 23:19: "Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre, para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?". Esta afirmación destaca la integridad de Dios en el cumplimiento de Sus palabras. Su justicia implica que siempre actúa de acuerdo con Su carácter y Sus promesas.


**La Resurrección de Cristo y la Justificación**


La resurrección de Cristo es el evento central de la fe cristiana y tiene un propósito crucial en nuestra justificación. Romanos 4:25 declara: "el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación". La resurrección de Cristo no solo demuestra Su poder sobre la muerte, sino que también establece la base para nuestra justificación. Dios al resucitar a Cristo de entre los muertos,  ratificó la obra redentora de Cristo y nos otorgó la posibilidad de ser declarados justos por el Señor mismo al hacernos participes de la Justicia de Dios por medio de la fe.


**La Justificación por la Fe en el Cristo Resucitado**


La justificación es el acto divino de declarar justo al creyente conforme a la justicia que posee. Gálatas 2:16 nos enseña: "sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo, y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado". Esta declaración destaca que la justificación no se obtiene a través de nuestras propias obras, sino por medio de la fe en Jesucristo.


**Poseedores de la Justicia de Dios por la Fe en Cristo Resucitado**


A pesar de que la Biblia no utiliza la frase "poseedores de la justicia de Dios" de manera explícita, el concepto se deriva de las enseñanzas bíblicas. En Filipenses 3:9, el apóstol Pablo habla de "la justicia que es por la fe en Cristo, la justicia que es de Dios por la fe". Aquí, se revela que, a través de la fe en Cristo resucitado, recibimos una justicia que no solo proviene de Dios, sino que es de Dios. Esta justicia divina se nos atribuye y en base a ella se nos declara justos ante Dios, es decir, se nos justifica.


**La Justicia de Dios: Un Manto Colocado por Dios Mismo**

La justicia de Dios se puede comparar con un manto divinamente tejido que nos es colocado por Dios mismo. Al abrazar la fe en el Cristo resucitado, nos revestimos de este manto de justicia que proviene de Él. A través de la obra redentora de Cristo, recibimos este manto celestial que nos declara justos ante Dios. No se trata de una justicia basada en nuestras propias obras, sino en la fidelidad de Dios a Sus promesas revelada en la muerte y resurrección de Cristo. Al ser poseedores de este manto de justicia, tenemos la responsabilidad de vivir de acuerdo con esta nueva investidura. Nuestra vida debe reflejar la justicia que Dios nos ha concedido, para Su gloria y conforme a Su voluntad.

En resumen, la justicia de Dios es en esencia Su fidelidad a Sus promesas, es decir, la coherencia de Dios entre Sus dichos y Sus actos. La resurrección de Cristo ha revelado la justicia de Dios y la resurrección de Cristo es esencial para nuestra justificación, ya que ratifica nuestra nueva identidad como esclavos de la justicia de Dios. A través de la fe en el Cristo resucitado, nos convertimos en poseedores de la justicia de Dios. Nuestra justificación se basa en la fe en Cristo y en Su obra redentora, no en base a nuestras propias obras. Por tanto, somos declarados justos por Dios en base a la Justicia de Dios que se nos atribuye por la fe en el Cristo resucitado. Tenemos la oportunidad de vivir en Su justicia, para Su gloria.

La Transformación de Nuestros Pensamientos a Través del Espíritu del Señor

En el camino de la fe, uno de los aspectos más cruciales de nuestra transformación espiritual es la renovación de nuestros pensamientos. Nuestros pensamientos son producidos por la carne, y es por ello que podemos decir que incluso nuestros dichos y pensamientos son "carne". Sin embargo, la intervención del Espíritu del Señor crea una nueva red neuronal en nuestro ser que nos permite creer en la Palabra de Dios, que es Espíritu. Esta fe en la Palabra nos lleva a comprender y aceptar la muerte y resurrección de Jesús el Cristo, lo que a su vez resulta en ser lavados, santificados y  justificados en el nombre del Señor Jesucristo.


**Pensamientos Provenientes de la Carne y Redes Neuronales en el Cerebro**


La Biblia es clara en cuanto a la carne que es propia de la humanidad y de cómo esta influye en nuestros pensamientos y acciones. En Romanos 8:7, el apóstol Pablo declara: "por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden". Esto significa que nuestros pensamientos, en su estado natural, no solo están producidos por la carne sino que también están en rebelión contra Dios.


En términos científicos, nuestros pensamientos están relacionados con las redes neuronales en nuestro cerebro. La neurociencia ha demostrado cómo nuestras experiencias y hábitos contribuyen a la formación de patrones de pensamiento en nuestras redes neuronales. Estos patrones derivados y producidos por la carne están en conflicto con la verdad espiritual y la Palabra de Dios.


**La Obra Transformadora del Espíritu del Señor**


La intervención divina y la obra del Espíritu Santo son esenciales para cambiar la forma en que pensamos y creemos. El Espíritu del Señor crearía una nueva red neuronal en nosotros al habitar en nuestros corazones. 

Cuando el Espíritu del Señor obra en nosotros, no solo nos lleva a pensar en Dios sino que también nos lleva a creer en Su Palabra. La fe es un regalo de Dios que nos permite ver y entender la verdad espiritual que se encuentra en la Palabra de Dios. Efesios 2:8 nos recuerda: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios". La fe en la Palabra de Dios nos lleva a la comprensión y aceptación de la muerte y resurrección de Jesús el Cristo como el fundamento de nuestra fe.


**Lavados, Santificados y Justificados en el Nombre del Señor Jesucristo**


La fe en la muerte y resurrección de Jesús el Cristo tiene profundas implicaciones en nuestra relación con Dios. A través de esta fe, somos lavados, santificados y justificados en el nombre del Señor Jesucristo. En 1 Corintios 6:11, Pablo explica: "Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios". Esta obra de transformación espiritual es el resultado de la gracia de Dios y la obra del Espíritu Santo en nosotros.


En conclusión, la transformación de nuestros pensamientos y creencias es una parte fundamental de la vida cristiana. Nuestros pensamientos son el resultado de una serie de redes neuronales en nuestro cerebro. El Espíritu de Dios al venir hacer morada en el creyente crearía una nueva serie de redes neuronales que permiten la fe, Esta transformación nos lleva a creer en la Palabra de Dios, especialmente en la verdad de la muerte y resurrección de Jesús el Cristo. A través de esta fe, somos lavados, santificados y justificados en el nombre del Señor Jesucristo, experimentando así una nueva vida en Cristo. La obra del Espíritu Santo en nosotros es esencial para esta transformación, y debemos seguir dependiendo de Dios para renovar nuestros pensamientos y conformarlos a Su voluntad.

El Poder de la Resurrección en la Vida del Creyente: Un Don de Dios

La enseñanza bíblica sobre el poder de la resurrección es una verdad transformadora que influye profundamente en la vida de cada creyente. Esta verdad se basa en el hecho de que el mismo poder que actuó en Cristo resucitándolo de entre los muertos es el mismo poder que actúa en nosotros. A través del Espíritu Santo, Dios ha dotado a cada creyente de un poder extraordinario para vivir de acuerdo con Su voluntad y enfrentar los desafíos de la vida.


**El Poder de la Resurrección en Cristo y en Nosotros**


En Efesios 1:19-20, el apóstol Pablo expresa la magnitud del poder que está disponible para los creyentes: "y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos." Esta declaración nos recuerda que el mismo poder que resucitó a Jesús de entre los muertos está disponible para nosotros como creyentes. Es un poder que trasciende nuestra comprensión humana y nos capacita para vivir de manera sobrenatural.


**El Don del Espíritu Santo: Un Poder Extraordinario**


La obra del Espíritu Santo en la vida del creyente es fundamental para comprender la aplicación práctica del poder de la resurrección. En Hechos 1:8, Jesús promete a sus discípulos: "pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra". Esta promesa se cumple en el día de Pentecostés cuando el Espíritu Santo desciende sobre los creyentes y los capacita para testificar del evangelio.


El Espíritu Santo no solo nos capacita para ser testigos de Cristo, sino que también nos equipa con poder para vivir una vida conforme a lo que Dios dice en Su Palabra. Gálatas 5:22-23 nos habla del fruto del Espíritu, que incluye amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. Estas virtudes son un reflejo del carácter de Dios y se desarrollan en la vida del creyente a medida que el Espíritu Santo obra en nosotros.


**Capacidad para Perdonar y Enfrentar Desafíos**


El poder de la resurrección no solo nos capacita para vivir una vida en conformidad con la voluntad de Dios, sino que también nos da la capacidad de perdonar y enfrentar cualquier desafío en la vida. Jesús enseñó en Mateo 18:21-22 sobre la importancia del perdón, y el poder de la resurrección nos capacita para perdonar incluso cuando parece imposible desde una perspectiva humana.


Además, en Filipenses 4:13, el apóstol Pablo proclama: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece". Este versículo destaca la capacidad del creyente para enfrentar cualquier situación o desafío en la vida, confiando en el poder de Cristo que opera en nosotros.


**La Confianza en Dios para la Sabiduría**


Finalmente, el poder de la resurrección nos permite confiar en Dios para entender y resolver cualquier problema que enfrentemos. Santiago 1:5 nos exhorta a pedir sabiduría a Dios, quien la da generosamente a todos sin reproche. El poder de la resurrección nos capacita para buscar la sabiduría divina en nuestras decisiones y desafíos, confiando en que Dios nos guiará con entendimiento y discernimiento.


En resumen, el poder de la resurrección es un don de Dios para cada creyente. Este poder nos capacita para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios, perdonar, enfrentar desafíos y buscar sabiduría divina en cada aspecto de la vida. Al reconocer y aprovechar este poder, experimentamos una vida cristiana transformada y victoriosa, confiando en que el mismo poder que resucitó a Cristo está en nosotros a través del Espíritu Santo.

Romanos 6: El Bautismo en Cristo y la Vida Nueva

El capítulo 6 de la Epístola a los Romanos es una parte fundamental de la enseñanza paulina sobre la gracia y la vida cristiana. Aunque en este pasaje se hace referencia a la  palabra"bautismo", es esencial comprender que no se refiere al bautismo en agua, sino a un concepto mucho más profundo: el bautismo en Cristo. Este bautismo en Cristo va más allá de la mera identificación del creyente con Cristo; es la identificación de Cristo con el creyente, lo que tiene profundas implicaciones en la vida del creyente.


**El Bautismo en Cristo: Inmersión en Su Identidad**


El bautismo en Cristo implica ser inmerso en la experiencia de Cristo, en Su muerte y en Su resurrección. En otras palabras, cuando una persona pone su fe en Jesucristo, es identificado por el Espiritu de Dios plenamente con Cristo en su muerte y en su resurrección. Esta identificación no es simbólica; es una unión real y profunda que tiene lugar en el nivel más fundamental de la existencia humana. El creyente es sumergido en la vida y la obra de Cristo de manera irreversible.


**Participación en la Muerte y Resurrección de Cristo**


El apóstol Pablo enfatiza que al ser bautizados en Cristo, participamos en su muerte y en su resurrección. En Romanos 6:3-4, declara: "¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva".


Esta participación en la muerte de Cristo significa que el creyente ha muerto a la esclavitud del pecado,  dejando de esta manera de ser esclavo del pecado. La resurrección de Cristo tiene como resultado la vida nueva que el creyente tiene en Él. Es un nuevo nacimiento que cambia fundamentalmente la dirección y el propósito de la vida del creyente.


**Consecuencias de la Muerte de Cristo en Nuestra Conversión**


La muerte de Cristo en la cruz no es simplemente un evento histórico, sino que tiene consecuencias personales para cada creyente en su conversión. La muerte de Cristo en la cruz es el medio por el cual el pecado es vencido y Su resurrección es el medio por el cual la rectitud de Dios se revela (Rom 1:17). Al ser bautizados en Cristo, el creyente experimenta la eficacia de la palabra de la cruz en su propia vida, ya que el esclavo del pecado es crucificado en Cristo y el poder autoritativo del pecado sobre el creyente es quebrantado.


**Llevar una Vida Nueva**


La experiencia del bautismo en Cristo tiene como resultado una vida nueva. En Romanos 6:4, Pablo dice que "andemos en vida nueva". Esta vida nueva es una vida de rectitud y obediencia a Dios. El creyente, al identificarse con Cristo en su muerte y resurrección, es capacitado por el Espíritu Santo para vivir de una manera que honra a Dios. Ya no está esclavizado por el pecado, sino que es libre para vivir en la justicia de Dios.


**El Poder de la Resurrección en Nosotros**


Es esencial reconocer que el mismo poder que actuó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos, es el mismo poder que actúa en cada creyente (Rom 8:11, Ef 1:20). Esta verdad es profundamente alentadora, ya que significa que no estamos solos en nuestro viaje de fe. El Espíritu Santo, que resucitó a Cristo, mora en nosotros y nos capacita para vivir la vida cristiana de manera victoriosa. Este desafio es una tarea de dimensiones divinas, por lo que para nosotros es imposible cumplirlo. Se hace necesario la intervención del Espíritu de Dios en nuestras vidas.


En conclusión, Romanos 6 nos presenta una comprensión profunda del bautismo en Cristo como la identificación de propio Cristo con el creyente y la participación en su muerte y resurrección. Esta identificación tiene implicaciones profundas en la vida del creyente, ya que nos capacita para llevar una vida nueva en rectitud y obediencia a Dios. Además, nos recuerda que el mismo poder que resucitó a Cristo está disponible para nosotros en nuestro viaje de fe. Por lo tanto, Romanos 6 nos insta a vivir en la plenitud de la vida en Cristo, confiando en su obra redentora y en el poder de su resurrección.

Nueva Criatura a través de la Cruz de Cristo: La Realidad del Pecador

En el contexto de la fe cristiana, la idea de la transformación y redención es un tema central. Sin embargo, es crucial comprender que, según las Escrituras, Dios no mejora al pecador, sino que el pecador es crucificado en Cristo por medio de la fe. Esta perspectiva desafía la noción de que Dios simplemente "mejora" a las personas y enfatiza que la transformación es un hecho profundo y espiritual que involucra la identificación del creyente con la crucifixión y resurrección de Cristo.


**La Crucifixión en Cristo: Muerte al Pecado**


En Romanos 6:6, el apóstol Pablo declara: "sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado". Esta afirmación es fundamental para entender que Dios no "mejora" al pecador en el sentido tradicional, sino que lo somete a una profunda transformación espiritual a través de la identificación con la muerte de Cristo en la cruz.


La idea detrás de esta enseñanza es que, mediante la fe en Jesucristo, el pecador se une de tal manera con Él que su antiguo "yo" es crucificado . No se trata de una mejora gradual o un simple cambio de comportamiento, sino de una transformación radical en la que el esclavo del pecado muere al pecado y nace como una nueva criatura en Cristo.


**La Crucifixión y la Identidad del Pecador**


Es importante destacar que esta enseñanza bíblica no se limita a ciertos tipos de pecadores. No importa si alguien ha sido un ladrón, un borracho, un adúltero, un violador o incluso una víctima de violación; la crucifixión en Cristo se aplica universalmente a todos los creyentes. La gracia de Dios no discrimina basada en el tipo o la gravedad del pecado. Más bien, ofrece la oportunidad de una nueva vida a todos aquellos que ponen su fe en Cristo.


**El Paralelismo entre el Pueblo de Israel y Cristo**


La relación entre el pueblo de Israel en el Antiguo Testamento y Cristo se establece de manera significativa en las Escrituras. Por ejemplo, la profecía de Oseas (11:1-3) que menciona que "de Egipto llamé a mi hijo" se refiere inicialmente a la experiencia de Israel al ser liberado por Dios de la esclavitud en Egipto. Sin embargo, en el contexto del Nuevo Testamento (Mt 2:15), este pasaje adquiere un nuevo significado al aplicarse a Cristo como el Hijo de Dios.


De manera similar, las experiencias vividas por el Mesías se proyectan en el pueblo de Dios del Nuevo Testamento. Cuando Cristo murió en la cruz, todos los creyentes murieron juntamente con Él en un sentido real que tiene consecuencias prácticas. Esta muerte de viejo "yo" a través de la crucifixión es clave para el exito de la vida de cada creyente.


**La Nueva Criatura en Cristo**


Finalmente, la redención y transformación que Dios ofrece no significa mejorar al pecador en su estado actual, sino hacerlo una "nueva criatura" en Cristo, como se menciona en 2 Corintios 5:17. Esto significa que el viejo "yo" es crucificada y se da origen a una nueva criatura que tiene como base la identidad en y con Cristo. Esta identidad nueva y restaurada se manifiesta a través de una vida de rectitud y obediencia a Dios, resultante de la resurrección en Cristo.


En conclusión, la enseñanza bíblica enfatiza que Dios no mejora al pecador, sino que lo crucifica en Cristo, por medio de la fe. Esta crucifixión es una transformación profunda y radical que trasciende a la mera mejora de comportamiento. Todos los creyentes en Cristo, sin importar su pasado, han experimentado esta nueva vida en Cristo y se han convertido en nuevas criaturas. La gracia de Dios es un regalo que ofrece una redención completa y una transformación espiritual para todos los que creen en Jesús, como aquel que murió por nuestros pecados y que resucitó conforme a las Escrituras

El Amor de Dios, la Disciplina y el Discipulado

En el contexto de nuestra espiritualidad y nuestra fe, la relación entre Dios y la humanidad es un tema profundamente arraigado en el pueblo de Dios a través todo el mundo. Una de las cuestiones más debatidas es si Dios se enoja o enfurece con sus hijos cuando estos cometen errores o pecan, o si su enfoque es, en cambio, disciplinar con amor. Esta sección se centrará en la idea de que Dios no se enoja con sus hijos, sino que los disciplina teniendo como base Su amor por ellos, y explorará la conexión etimológica entre la palabra "disciplina" y la palabra "discípulo".


**Dios: Tardo para la Ira**


La Biblia nos presenta a un Dios que se define como "tardo para la ira" (Salmo 103:8). Esta declaración fundamental revela un aspecto clave de la naturaleza divina: la gran paciencia de Dios. En lugar de recurrir a la ira o la furia como reacción inmediata ante los errores de sus hijos, Dios muestra una paciencia que trasciende nuestro entendimiento humano. Esto indica que Dios no utiliza el enojo o la ira como herramientas para disciplinarnos, sino que actúa con amor y misericordia.


**La Conexión Etimológica entre Disciplina y Discípulo**


Para comprender mejor la naturaleza de la disciplina de Dios, es esencial analizar la conexión etimológica entre las palabras "disciplina" y "discípulo". Ambas palabras tienen su origen en el latín. "Disciplina" proviene de "discipulus", que significa "discípulo" o "alumno". Esto sugiere una relación intrínseca entre el proceso de disciplina y la relación maestro-alumno. En el contexto espiritual, Dios es visto como el maestro divino, y nosotros, como sus seguidores y discípulos, somos sus aprendices o estudiantes.


Cuando un maestro disciplina a un alumno, el propósito no es infligir dolor o sufrimiento, sino guiarlo hacia el crecimiento y el aprendizaje. Del mismo modo, cuando Dios disciplina a sus hijos, lo hace con amor y un deseo genuino de nuestro bienestar espiritual. La disciplina de Dios tiene como objetivo corregirnos y dirigirnos por el camino correcto, para que podamos crecer en nuestra fe y relación con Él.


**La Disciplina en el Contexto Cristiano**


Como seguidores de Cristo, se nos llama a reflejar el amor y la obediencia a Él en todas las áreas de nuestra vida, incluyendo la disciplina. El apóstol Pablo enfatiza en Efesios 6:4 que los padres deben criar a sus hijos "en la disciplina y amonestación del Señor". Esto significa que, incluso en la disciplina de nuestros propios hijos, debemos hacerlo motivados por el amor a Cristo y el amor a nuestros hijos, en lugar de actuar impulsados por el enojo.


Es importante reconocer que Dios no utiliza la ira como su respuesta predeterminada hacia sus hijos. Sin embargo, la Biblia también advierte que aquellos que rechazan a Cristo permanecen en una condición de "hijos de ira" (Efesios 2:3). Esto indica que la ira de Dios está reservada para aquellos que persisten en la incredulidad y la desobediencia, mientras que su disciplina hacia sus hijos es un acto de amor.


**La Ley de Siembra y Cosecha**

Una ley fundamental en la vida es la ley de siembra y cosecha. En Gálatas 6:7, Pablo nos recuerda que "Dios no puede ser burlado, pues todo lo que el hombre siembre, eso también cosechará". A veces, confundimos la disciplina de Dios con las consecuencias naturales de nuestros propios actos. No obstante, es esencial comprender que Dios nos disciplina como un padre amoroso porque somos sus hijos y nos ama. Su disciplina tiene como objetivo guiarnos hacia la rectitud y la santidad.


En conclusión, la idea de que Dios no se enoja o enfurece con sus hijos, sino que los disciplina con amor, es una creencia fundamental en las Escrituras. La conexión etimológica entre las palabras "disciplina" y "discípulo" subraya la relación maestro-alumno que existe en la disciplina divina. Como seguidores de Cristo, debemos reflejar este amor y obediencia en todas las áreas de nuestras vidas, incluida la forma en que disciplinamos a nuestros propios hijos. La disciplina de Dios se basa en su amor y deseo de nuestro crecimiento espiritual, y no en la ira. Esta comprensión nos anima a vivir una vida de fe, amor y obediencia a Dios, confiando en su dirección y corrección amorosa en nuestro camino espiritual.

Súbditos y Esclavos de Jesús: La Soberanía del Cristo

En el corazón del cristianismo yace la profunda convicción de que Jesús es el Cristo, el Mesías, el Ungido de Dios, y por tanto, el Rey y Señor soberano de todo lo creado. Este entendimiento se basa en las Escrituras, que presentan una clara afirmación de la autoridad divina de Jesús.


**Mateo 16:16-18** nos muestra a Pedro reconociendo la identidad de Jesús: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente". Jesús responde declarando que sobre esta verdad edificará su iglesia. Aquí, "Cristo" no es solo un título honorífico, sino una afirmación de su divinidad y autoridad.


Sin embargo, surge una pregunta interesante: ¿Por qué las traducciones de la Biblia utilizan la palabra "siervo" en lugar de "esclavo" para describir nuestra relación con Jesús? El uso de "esclavo" evoca imágenes incómodas relacionadas con la esclavitud histórica, particularmente en los siglos XV al XVIII. Sin embargo, es importante aclarar que el contexto bíblico es radicalmente diferente. Los esclavos en la Biblia eran tratados con dignidad y tenían derechos. El término "esclavo" se elige con el propósito de destacar la total dependencia y sumisión que debemos a nuestro Señor Jesucristo. La relación entre el amo y el esclavo en la Biblia es un recordatorio de nuestra absoluta rendición a la voluntad de Cristo como nuestro Rey.


Al reconocer que somos esclavos o súbditos de Jesús, también debemos reflexionar sobre nuestra propia condición. La Biblia nos enseña que todos somos pecadores, independientemente de nuestra ascendencia. Los indígenas y los europeos, como representantes de dos grupos involucrados en la historia de la colonización, compartieron en la caída y maldad del corazón humano. **Romanos 3:23** nos dice: "por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios". La maldad de nuestro corazón no es diferente de la de ellos.


A pesar de nuestra condición pecaminosa, Dios nos ha escogido por su pura gracia y misericordia. **Efesios 2:8-9** nos dice: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe". Esto enfatiza que nuestra relación con Dios no se basa en méritos propios, sino en su amor inmerecido.


La gracia de Dios nos ha rescatado y transformado. **Efesios 2:10** continúa: "Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas". Hemos sido liberados de la esclavitud del pecado y llamados a vivir como siervos voluntarios y súbditos leales de Jesús. Su soberanía sobre nuestras vidas nos guía en la senda de la redención y la santidad.


En resumen, la Biblia es clara en afirmar que Jesús es el Cristo, el Rey y Señor soberano. La elección del uso de la palabra "esclavo" en lugar de "siervo" enfatiza nuestra completa dependencia y sumisión a Cristo. A pesar de nuestra condición pecaminosa, la gracia de Dios nos ha rescatado y transformado en súbditos y esclavos fieles de Jesús. Esta relación se basa en su amor inmerecido y su autoridad divina, y nos llama a vivir en obediencia y adoración a nuestro Soberano y Redentor.

El Evangelio y su Impacto en el Discipulado: Más Allá de la Salvación Personal

El entendimiento del Evangelio es fundamental para comprender el discipulado cristiano, ya que establece las bases sobre las cuales construimos nuestra relación con Dios y nuestro compromiso como seguidores de Cristo. Muchos han aprendido sobre el Evangelio enfocándose principalmente en la idea de la salvación personal, pero el corazón del Evangelio va más allá de la mera redención individual. El Evangelio se resume de manera efectiva en el acrónimo CORE, donde cada letra representa un aspecto esencial de este mensaje transformador: Cristo, Obituario, Resurrección y Escrituras.


**C** es para **Cristo**: En el Evangelio, la figura central es Cristo. La palabra "Cristo" proviene del griego "Christos", que significa "ungido". En hebreo, esta misma idea se expresa como "Mesías". Es importante destacar que ambas palabras son homónimas, lo que significa que significan exactamente lo mismo. Cuando decimos que Jesús es el Cristo, estamos afirmando que él es el Rey, el Soberano sobre todo lo creado. Este título implica que Jesús es el ungido por Dios para cumplir un papel crucial en la redención de la humanidad. Comprender esta verdad es esencial para el discipulado, ya que nos lleva a reconocer a Jesús como nuestro Señor y Salvador, a quien seguimos y servimos.


**O** es para **Obituario**: El siguiente elemento clave en el Evangelio es el obituario, que habla de la muerte de Cristo en la cruz. La crucifixión de Jesús no es solo un evento histórico, sino el acto supremo de amor y sacrificio. Jesús murió por nuestros pecados. Esta muerte sacrificial es el puente que nos conecta con la gracia salvadora de Dios. Además, Cristo al morir sin haber pecado, venció al pecado en la cruz. Comprender la importancia de la muerte de Cristo en el Evangelio nos lleva a apreciar el costo de nuestra salvación y nos motiva a vivir una vida de gratitud y devoción como discípulos de Cristo.


**R** es para **Resurrección**: La resurrección de Cristo es otro componente fundamental del Evangelio. Jesús no permaneció en la tumba; resucitó de entre los muertos, demostrando su poder sobre el pecado y la muerte.  La resurrección de Jesús no es solo un evento histórico, sino el acto supremo de de la fidelidad de Dios para Su Hijo y para la humanidad. La resurrección no solo confirma la divinidad de Cristo, sino que también nos permite ser justificados. Como discípulos, nuestra fe se basa en esta verdad central: que Jesús resucitó conforme a las Escrituras, y nosotros participamos de su victoria sobre la muerte. La resurrección de Cristo es nuestra resurrección


**E** es para **Escrituras**: Las Escrituras, como se menciona en el acrónimo CORE, desempeñan un papel crucial en la comprensión del Evangelio. Los profetas del Antiguo Testamento y los apóstoles del Nuevo Testamento testimonian y confirman la obra redentora de Cristo. Las Escrituras son la autoridad que guía nuestra fe y práctica como discípulos. Estudiar y meditar en la Palabra de Dios nos permite profundizar en nuestra comprensión del Evangelio y nos proporciona una base sólida para nuestro discipulado.


En resumen, el Evangelio es mucho más que una fórmula de salvación personal. Es un mensaje completo que gira en torno a Cristo, su muerte, resurrección y la confirmación de estas verdades en las Escrituras. Decir que Jesús es el Cristo es afirmar su soberanía y señorío sobre nuestras vidas. Como discípulos, somos llamados a seguir a Cristo, reconociendo que él es nuestro Rey y que nosotros somos sus subditos, sus siervos, sus esclavos. Comprender el Evangelio en su totalidad es esencial para vivir una vida de discipulado significativo y transformador.

La Resurrección de Cristo: Fundamento del Evangelio y Esperanza del Discipulado

 

Introducción

Amados hermanos y hermanas en Cristo, hoy nos encontramos aquí para profundizar en la esencia del Evangelio y su profundo impacto en nuestra vida como discípulos de Jesucristo. Anhelo que esta conferencia aporte una perspectiva enriquecedora sobre cómo nuestra comprensión del Evangelio afecta nuestra visión del discipulado. El Evangelio no es solo la buena noticia de nuestra salvación, sino que su énfasis es la revelación de Jesús como nuestro Rey y el llamado a vivir en obediencia a Él. Acompáñenme en este viaje para explorar estos temas a la luz de las Escrituras y reflexionar sobre el profundo significado de la resurrección de Cristo en nuestras vidas.

I. La Definición del Evangelio y su Impacto en el Discipulado

Debemos recordar que nuestra definición del Evangelio tiene un impacto significativo en nuestra comprensión del discipulado. Como creyentes de Cristo, es esencial que tengamos una comprensión clara de lo que implica el Evangelio y cómo esto afecta nuestra vida cotidiana como discípulos de Jesús.

A. Reconociendo a Jesús como Rey

El centro del Evangelio no se limita a la redención de nuestros pecados, sino que nos llama a reconocer a Jesús como nuestro Rey. En Mateo 28:18-19, Jesús declara: "Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones". Aquí, Jesús establece su autoridad suprema sobre todas las cosas y nos comisiona a hacer discípulos. Esto significa que nuestro discipulado debe estar arraigado en la sumisión a la soberanía de Cristo en todas las áreas de nuestras vidas.

B. Vivir en Obediencia

El llamado al discipulado implica vivir en obediencia a Jesús. En Juan 14:15, Jesús nos dice: "Si me amáis, guardad mis mandamientos". Ser un discípulo significa seguir a Jesús el Cristo, obedecer su Palabra y conformar nuestras vidas a sus enseñanzas. Esto nos desafía a vivir vidas de rectitud y santidad, reflejando la justicia de Dios.

II. La Justificación: Cubiertos por la Rectitud de Dios

La justificación es un tema fundamental en la Biblia y es esencial para comprender la obra redentora de Dios en nuestras vidas.

A. La Coherencia de Dios

La justificación se define como la coherencia de Dios entre sus dichos y sus actos. En Romanos 3:26, Pablo nos dice que Cristo murió y resucitó "para manifestar la justicia de Dios en el tiempo presente, a fin de que él sea el justo y el que justifica al que tiene fe en Jesús". La resurrección de Cristo reveló la justicia de Dios, mostrando que Dios es coherente con su promesa de redimir a la humanidad a través de Jesús, el Cristo.

 

 

B. La Obra de Dios

Es crucial entender que la justificación es resultado de la resurrección de Cristo (Roma 4.224-25) y es en todo sentido una obra de Dios, no una obra humana. Efesios 2:8-9 nos dice: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe". Nuestra justificación es un regalo gratuito que recibimos por la fe en Jesucristo. No podemos ganarla por nuestros propios méritos, sino que dependemos completamente de la gracia de Dios.

III. La Resurrección de Cristo: Fundamento de Nuestra Fe y Esperanza

La resurrección de Cristo es un pilar fundamental de nuestra fe cristiana. La obra de la resurrección no solo respalda las afirmaciones de Jesús, sino que también tiene un impacto práctico en nuestras vidas como discípulos de Cristo.

A. Evidencia de la Deidad de Jesús

La resurrección de Cristo es la evidencia definitiva de que Jesús es el Hijo de Dios y el Cristo prometido. En Romanos 1:4, Pablo nos dice que Jesús "fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos". Esta verdad nos llena de esperanza y confianza en la autoridad divina de nuestro Señor.

B. Poder para una Vida Santa

El mismo poder que resucitó a Jesucristo de entre los muertos es el poder que actúa en cada creyente en Cristo. Filipenses 3:10-11 nos anima a conocer a Cristo "y el poder de su resurrección". Esto significa que la resurrección de Cristo no solo garantiza nuestra redención, sino que también nos capacita para vivir vidas santas y obedientes.

 

IV. La Resurrección: Nuestra Garantía y Esperanza

La resurrección de Cristo no solo tiene implicaciones para nuestra vida futura, sino que también es nuestra garantía de que Dios está obrando en nosotros aquí y ahora.

A. Nueva Vida en Cristo

Cuando somos unidos a Cristo en el momento de nuestra conversión, y que Pablo en Romanos 6 llama bautismo en Cristo, participamos en Su muerte y resurrección. Romanos 6:4 nos dice: "Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva". Esto significa que, desde el momento de nuestra conversión, hemos muerto al pecado y hemos resucitado en Cristo a una nueva vida.

B. Cumplimiento de las Promesas de Dios

La resurrección de Cristo es la prueba de que Dios es fiel, cumple y cumplirá todas sus promesas. 2 Corintios 1:20 nos asegura que "porque todas las promesas de Dios son en él [Cristo] Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios". Esto nos da la confianza de que Dios está trabajando en nosotros y que un día estaremos con Él en la gloria.

 

Conclusión

Hermanos y hermanas, la resurrección de Cristo es el corazón mismo del Evangelio y la base de nuestra esperanza como discípulos de Jesús. El Evangelio nos llama a reconocer a Jesús como nuestro Rey y vivir en obediencia a Él. La justificación es una obra de Dios, resultante de la resurrección de Cristo, un regalo de la gracia de Dios que nos cubre con Su rectitud. La resurrección de Cristo es la prueba de su deidad y nos da poder para vivir una vida santa.

Además, la resurrección es nuestra garantía de una nueva vida en Cristo y del cumplimiento de todas las promesas de Dios. En medio de los desafíos y pruebas de la vida, recordemos siempre que servimos a un Dios que resucitó a su Hijo de entre los muertos. Esa mismo poder opera en nosotros para vivir una vida que honra a nuestro Señor.

Sigamos creciendo en nuestra comprensión del Evangelio y su impacto en nuestras vidas como discípulos. Que la resurrección de Cristo sea el fundamento de nuestra fe y la fuente de nuestra esperanza, ahora y por toda la eternidad.