Un Estudio de "καθαρίσει" en la LXX y su Conexión con los Sacrificios de Hatta´t en Levítico
IntroducciónEn la teología del Antiguo Testamento, el concepto de pureza y expiación juega un papel fundamental en la relación entre Dios y su pueblo. Este ensayo se enfoca en la palabra griega "καθαρίσει" (katharisei), utilizada en la Septuaginta (LXX), la traducción griega del Antiguo Testamento, en Éxodo 20:7. Analizaremos cómo esta palabra se relaciona con los sacrificios de "ḥaṭṭā’t" (ofrenda por el pecado) en el libro de Levítico, y cómo la estructura sacrificial del Antiguo Pacto no contempla una expiación ritual para ciertos pecados graves, como la profanación del nombre de Dios, la idolatría, el adulterio y el homicidio. Además, exploraremos la transición hacia el Nuevo Pacto, profetizado en Jeremías 31 y Ezequiel 36, donde se introduce la posibilidad del perdón para estos pecados. Finalmente, se discutirá cómo este cambio se refleja en el Nuevo Testamento, particularmente en Hechos 10:14-15, donde la purificación se extiende más allá de las limitaciones del Antiguo Pacto.
"καθαρίσει" en Éxodo 20:7 y la Gravedad del Pecado de Profanación del Nombre de Dios
Éxodo 20:7 es parte de los Diez Mandamientos, el conjunto de leyes fundamentales dadas por Dios a Moisés en el monte Sinaí. El mandamiento es claro: "No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano" (Éxodo 20:7). En la LXX, la palabra griega "καθαρίσει" (katharisei) se utiliza para traducir el concepto hebreo de "no dará por inocente". Este término se deriva del verbo "καθαρίζω" (katharizō), que generalmente significa "limpiar" o "purificar". Sin embargo, en este contexto, "καθαρίσει" implica que Dios no considerará limpio, inocente o puro al que comete este pecado.
El uso de "καθαρίσει" en este versículo es significativo porque sugiere que el pecado de tomar el nombre de Dios en vano no es algo que pueda ser limpiado o expiado por medios rituales. En el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento, se disponían ofrendas para la expiación de una variedad de pecados, como los descritos en Levítico. Sin embargo, la formulación de Éxodo 20:7 implica que este pecado es tan grave que no puede ser cubierto por un sacrificio expiatorio.
Conexión con los Sacrificios de "ḥaṭṭā’t" en Levítico
El libro de Levítico establece un sistema detallado de sacrificios que incluye la ofrenda por el pecado, conocida en hebreo como "ḥaṭṭā’t". Estos sacrificios estaban diseñados para purificar al individuo o al grupo de las impurezas y pecados cometidos, permitiendo así la restauración de la relación con Dios. La sangre del sacrificio, que se aplicaba al altar para consagrarlo y/o purificarlo, tenía el poder simbólico de purificar y expiar los pecados del oferente.
En Levítico 4, por ejemplo, se detalla cómo se debe llevar a cabo la ofrenda por el pecado. La sangre del animal sacrificado se aplica en los cuernos del altar y se derrama en la base del altar. Este acto tiene el propósito de purificar el altar. La palabra hebrea "חִטֵּא" (ḥittē’), que significa "purificar" o "hacer expiación", es la equivalente a "ἐκαθάρισεν" (ekatharisen) en la LXX, que se utiliza en Levítico 8:15 y 9:15 para describir la purificación del altar.
Sin embargo, a pesar de la disponibilidad de estos sacrificios para muchos tipos de impurezas y algunos pecados, el mandamiento en Éxodo 20:7 deja en claro que tomar el nombre de Dios en vano no es un pecado para el cual exista un sacrificio de "ḥaṭṭā’t" específico que lo expíe. Esto sugiere que, en el marco del Antiguo Pacto, ciertos pecados, como la profanación del nombre de Dios, la idolatría, el adulterio y el homicidio, se consideraban tan graves que no podían ser limpiados mediante el ritual sacrificial ordinario.
El que pecaba de esta manera no podia acceder a los beneficios de limpieza y/o purificación que el Altar prodigaba. Ya que dichos pecados hacían que la persona quedara automáticamente fuera del pacto. El no ser parte del pueblo del pacto, no era un participante del altar.
Pecados Sin Expiación en el Antiguo Pacto: Idolatría, Adulterio y Homicidio
Además del pecado de tomar el nombre de Dios en vano, el Antiguo Pacto también menciona otros pecados graves que no tenían un sacrificio ritual para su expiación. Entre estos se encuentran la idolatría, el adulterio y el homicidio, todos los cuales eran castigados con la muerte en lugar de ser expiados mediante sacrificios.
Idolatría:
- La idolatría es uno de los pecados más graves en el Antiguo Testamento. Dios exige exclusividad en la adoración, y la idolatría es vista como una traición directa a esta exclusividad. En Deuteronomio 13:6-10, se ordena que cualquier persona que incite a otros a adorar a otros dioses sea apedreada hasta la muerte. No hay provisión para la expiación mediante sacrificios.
Adulterio:
- El adulterio también se castiga con la muerte en la ley mosaica. En Levítico 20:10, se establece que tanto el hombre como la mujer que cometen adulterio deben morir. Nuevamente, no hay un sacrificio expiatorio disponible para este pecado, lo que subraya su gravedad y la falta de redención ritual.
Homicidio:
- El homicidio es otro pecado que no podía ser expiado por medio de sacrificios. Números 35:31 establece que no se puede aceptar rescate por la vida de un asesino que merece la muerte. El derramamiento de sangre inocente exige la vida del culpable, y no se ofrece un camino de expiación a través de los sacrificios.
Estos ejemplos, junto con la profanación del nombre de Dios, muestran que en el Antiguo Pacto, ciertos pecados eran considerados tan graves que no podían ser limpiados o expiados mediante los sacrificios disponibles. La ley mosaica refleja una justicia estricta, donde la retribución por el pecado es inmediata y definitiva, sin posibilidad de reconciliación a través de medios rituales.
La Inexpiabilidad del Pecado en el Antiguo Pacto
El énfasis en Éxodo 20:7 sobre la imposibilidad de expiación ritual para el pecado de tomar el nombre de Dios en vano resalta la seriedad de este pecado. En el Antiguo Pacto, no todos los pecados podían ser expiados mediante sacrificios específicos, pero la formulación de este mandamiento sugiere una ausencia intencional de expiación ritual para este tipo de transgresión.
De manera similar, los pecados de idolatría, adulterio y homicidio también se destacan por su falta de expiación ritual en la ley mosaica. Estos pecados, debido a su naturaleza destructiva y a la ofensa directa contra Dios y contra el prójimo, no tenían un sacrificio que pudiera reconciliar al ofensor con Dios. En lugar de ello, estos pecados requerían la muerte del culpable, subrayando la justa retribución del Antiguo Pacto.
La estructura sacrificial del Antiguo Pacto, como se describe en Levítico, está diseñada para abordar las impurezas rituales y los pecados involuntarios. Sin embargo, los pecados mencionados parecen estar fuera del alcance de este sistema. Esto puede ser interpretado como una indicación de que estos pecados no solo afectan al individuo, sino que también son un ataque directo el carácter santo de Dios y una oposición flagrante en contra del actuar de la fidelidad de Dios en pro de la prosperidad del pueblo de Dios.
Pecados en Contra de la Comunidad: Usura, Explotación y Alianzas Paganas
En el Antiguo Testamento, los pecados inexpiables mencionados, como la profanación del nombre de Dios, la idolatría, el adulterio y el homicidio, se amplían también a otros pecados en contra de comunidad que eran igualmente condenados por los profetas como faltas graves e imperdonables bajo el sistema sacrificial del Antiguo Pacto. Entre estos pecados se incluyen la usura (Ezequiel 18:13, 17), la explotación de los pobres (Amós 2:6-7), la esclavitud injusta (Jeremías 34:8-17), la borrachera desenfrenada (Isaías 5:11, 22) y el recurrir a Egipto o alianzas paganas para la defensa contra los enemigos, en lugar de confiar en la protección de Dios (Isaías 30:1-3; 31:1-3). Los profetas como Isaías, Jeremías y Ezequiel denunciaron estos comportamientos como traiciones directas a la fidelidad y justicia de Dios. Estos pecados sociales no solo afectaban la relación del individuo con Dios, sino que destruían el tejido moral y espiritual de la comunidad, lo que los convertía en ofensas imperdonables que, al igual que los pecados religiosos mencionados, quedaban fuera del alcance de los sacrificios expiatorios disponibles bajo el Antiguo Pacto.
El Nuevo Pacto y la Promesa del Perdón en Jeremías y Ezequiel
A pesar de la gravedad del pecado de tomar el nombre de Dios en vano y la falta de expiación ritual en el Antiguo Pacto, los profetas Jeremías y Ezequiel anticipan un cambio significativo en la relación de Dios con Su pueblo. Dios había expulsado a Israel y Judá de la tierra debido a estos tipos de pecado cometidos por la nación entera. Pero el Nuevo Pacto soluciona este serio problema con un cambio en la forma de relacionarse con Dios. Este cambio se manifiesta en la promesa de un Nuevo Pacto, que incluye la posibilidad de perdón incluso para los pecados más graves y el regreso, no a tierra, sino a la misma presencia de Dios, tal cual como el Sumo Sacerdote el día de la expiación.
En Jeremías 31:31-34, Dios promete un Nuevo Pacto en el que la ley será escrita en los corazones de las personas, y "perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado". Este pasaje sugiere un cambio fundamental en cómo se maneja el pecado en la relación entre Dios y su pueblo. En lugar de depender de sacrificios rituales para expiar el pecado, el Nuevo Pacto ofrece una solución interna y espiritual: el perdón otorgado por Dios mismo, sin la necesidad de sacrificios rituales. Esta nueva relación entre Dios y Su pueblo se basa en una transformación interna, donde la ley de Dios es escrita en los corazones y las mentes de las personas, permitiéndoles vivir de acuerdo con Su voluntad.
De manera similar, Ezequiel 36:25-27 profetiza que Dios rociará agua limpia sobre Su pueblo y los purificará de todas sus impurezas, incluyendo la idolatría, el adulterio y otros pecados graves que anteriormente no tenían expiación ritual. Además, promete darles un corazón nuevo y poner un espíritu nuevo dentro de ellos, lo que sugiere una renovación completa y un perdón total, algo que no estaba disponible en el Antiguo Pacto. Este pasaje enfatiza la purificación interna y espiritual que será posible en el Nuevo Pacto, en contraste con las purificaciones externas del Antiguo Pacto.
Lo que estos profetas anuncian es un cambio en la dinámica del pecado y el perdón. En el Nuevo Pacto, Dios promete no solo perdonar los pecados, sino también transformar a las personas de tal manera que puedan vivir de acuerdo con Su carácter, eliminando el ciclo repetitivo de pecado y sacrificio que caracterizaba el Antiguo Pacto. Esto incluye la capacidad de recibir perdón para aquellos pecados que anteriormente eran considerados imperdonables o inexpiables por los medios rituales, como la idolatría, el adulterio, el homicidio y la profanación del nombre de Dios.
La Expansión del Concepto de Purificación en el Nuevo Testamento
El cumplimiento de las promesas del Nuevo Pacto se ve claramente en el Nuevo Testamento, donde se introduce una nueva comprensión del perdón y la purificación. En Hechos 10:14-15, Pedro tiene una visión en la que se le presenta un lienzo con toda clase de animales, y se le dice que mate y coma. Pedro responde: "Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás". Entonces, la voz le dice: "Lo que Dios ha limpiado, no lo llames tú común".
El uso del verbo "καθάρισεν" (katharisen) en este pasaje tiene un significado profundo. Aquí, la purificación no se limita a los rituales del Antiguo Pacto, sino que se extiende a un ámbito mucho más amplio. Dios está revelando que Su obra redentora, manifestada en Jesucristo, ha limpiado incluso aquello que anteriormente se consideraba impuro o sin posibilidad de expiación ritual.
Este pasaje en Hechos representa una expansión del concepto de purificación que fue profetizado en Jeremías y Ezequiel. Lo que antes no tenía expiación ritual ahora puede ser perdonado y purificado por la gracia de Dios, a través de la obra de Cristo, como sacrificio del Nuevo Pacto. La purificación ya no está limitada a los sacrificios del Antiguo Pacto, sino que se extiende a todos, incluyendo a los gentiles, y a todos los pecados, incluyendo aquellos que no tenían expiación ritual bajo la Ley.
El Nuevo Pacto en Cristo: Sacrificio de Pacto
La transición del Antiguo al Nuevo Pacto se centra en la obra de Jesucristo, quien es visto como el cumplimiento de la ley y los profetas. En el sistema sacrificial del Antiguo Testamento, los sacrificios eran un medio temporal de expiación que señalaba hacia la necesidad de una redención más completa y definitiva. Cristo, en su muerte y resurrección, cumple esa necesidad, proporcionando una expiación perfecta y completa por todos los pecados que era prerrogativa propia del Nuevo Pacto, incluidos aquellos que no tenían expiación bajo el Antiguo Pacto.
En Hebreos 9:13-14, se explica cómo la sangre de Cristo purifica las conciencias de los creyentes de obras muertas para que puedan servir al Dios vivo, en contraste con los sacrificios del Antiguo Pacto que solo purificaban externamente. Cristo es presentado como el mediador del Nuevo Pacto, ofreciendo un sacrificio que es suficiente para perdonar incluso los pecados más graves.
Este sacrificio último significa que ya no es necesario que los creyentes recurran a sacrificios repetitivos para expiar sus pecados. La sangre de Cristo es suficiente para cubrir todos los pecados, ofreciendo una redención completa que incluye la posibilidad de perdón para aquellos pecados que anteriormente no tenían expiación ritual. Esto es lo que hace posible la purificación y la reconciliación con Dios en el Nuevo Pacto.
Conclusión
El análisis de la palabra "καθαρίσει" en Éxodo 20:7 y su relación con los sacrificios de "ḥaṭṭā’t" en Levítico revela una verdad teológica crucial: bajo el Antiguo Pacto, ciertos pecados eran tan graves que no tenían una expiación ritual disponible. Estos pecados, como la profanación del nombre de Dios, la idolatría, el adulterio y el homicidio, eran vistos como ofensas que no podían ser limpiadas mediante sacrificios, sino que requerían un castigo severo, generalmente la muerte.
Sin embargo, los profetas Jeremías y Ezequiel anticiparon un Nuevo Pacto en el que el perdón y la purificación serían posibles para todos los pecados, incluso aquellos que no tenían expiación ritual en el Antiguo Pacto. Este Nuevo Pacto se cumple en Jesucristo, quien a través de su sacrificio último, ofrece una redención completa y perfecta para todos los pecados.
El Nuevo Testamento, particularmente en Hechos 10:14-15, expande esta comprensión de la purificación, mostrando que lo que antes era impuro ahora puede ser purificado por la gracia de Dios. Esto refleja la transición del Antiguo al Nuevo Pacto, donde la retribución y la inexpiabilidad de ciertos pecados dan paso a una era de gracia, perdón y purificación total a través de Cristo.
En resumen, mientras que el Antiguo Pacto reflejaba su incapacidad para limpiar los pecados delante de Dios, el Nuevo Pacto revela Su misericordia y gracia, ofreciendo perdón y purificación por medio de Cristo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo , incluso para aquellos que han cometido los pecados más graves.
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