El capítulo dos examina cómo las iglesias del Nuevo Testamento operaban bajo un modelo "carismático congregacional centrífugo", esencialmente una guía para la práctica eclesiástica bautista contemporánea basada en los patrones bíblicos del Nuevo Testamento. Los bautistas sostienen la convicción de seguir las prescripciones y descripciones bíblicas para organizar y gobernar la iglesia, y cómo llevar a cabo su misión y ministerios, lo que incluye un compromiso con la Biblia como fuente de autoridad y guía.
El texto detalla el papel crucial del Espíritu Santo en la iglesia del Nuevo Testamento, destacando la diferencia entre la presencia temporal del Espíritu en el Antiguo Testamento y su presencia permanente en los creyentes del Nuevo Pacto. La promesa del Espíritu Santo, como se ve en el día de Pentecostés, marcó el comienzo de una nueva era en la que el Espíritu se derramaría sobre todos los creyentes, empoderando a la iglesia para la misión y el ministerio con dones espirituales para el servicio.
Además, el capítulo aborda la práctica del bautismo en el Espíritu, discutiendo su significado y momento, y cuestionando la asociación de ciertas evidencias físicas, como hablar en lenguas, con el bautismo en el Espíritu. La posición bautista se centra en que el bautismo en el Espíritu ocurre en el momento de la conversión, incorporando al creyente en el cuerpo de Cristo y habilitándolo para el ministerio.
El gobierno de la iglesia, basado en un modelo congregacional, sostiene que todas las decisiones importantes deben ser tomadas por la congregación en su conjunto, aunque reconociendo el papel de los líderes como pastores o ancianos, quienes son llamados a guiar y enseñar. Estos líderes deben ejercer su autoridad con un corazón de siervo, siendo ejemplos para la congregación.
En resumen, este capítulo proporciona una visión completa de cómo los bautistas ven la iglesia del Nuevo Testamento como modelo para la práctica eclesiástica actual, enfatizando la importancia del Espíritu Santo, el bautismo en el Espíritu al momento de la conversión, el uso de dones espirituales para el ministerio, y un gobierno de la iglesia que es a la vez congregacional y liderado por el Espíritu.
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