La teología protestante tradicional reconoce el acceso a Dios a través de Cristo, pero a menudo se percibe que la comunión con Dios puede ser intermitente, dependiendo del estado espiritual del individuo. Sin embargo, las Escrituras sugieren que, a través del sacrificio de Cristo, los creyentes tienen un acceso continuo y permanente al trono de la gracia, destacando una relación ininterrumpida y constante con Dios, asegurada por la obra redentora de Cristo. Este acceso continuo es un aspecto esencial de la vida cristiana, fundamentado en la suficiencia y perfección del sacrificio de Cristo y su obra como nuestro Sumo Sacerdote.
Acceso Garantizado por el Sacrificio de Cristo
El sacrificio de Cristo en la cruz abrió el camino para que los creyentes tuvieran acceso directo a la presencia de Dios. En Hebreos 10:19-22 se nos dice: "Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura." Este pasaje resalta que la entrada al Lugar Santísimo, que simboliza la presencia de Dios, es accesible para los creyentes de manera continua y permanente gracias al sacrificio de Jesús.
Cristo como Nuestro Sumo Sacerdote
El papel de Cristo como nuestro Sumo Sacerdote es central para entender el acceso continuo a Dios. Hebreos 4:14-16 afirma: "Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro." Este acceso confiado al trono de la gracia no es un evento ocasional, sino una invitación constante a vivir en comunión con Dios, basada en la obra continua de Cristo como nuestro intercesor.
Acceso Permanente Asegurado por la Obra Redentora de Cristo
La obra redentora de Cristo asegura un acceso permanente a la presencia de Dios. En Efesios 2:18, Pablo escribe: "Porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre." Esta entrada al Padre, facilitada por Cristo y el Espíritu Santo, es una realidad constante para todos los creyentes. La permanencia de este acceso está garantizada por la fidelidad de Cristo y su sacrificio completo y suficiente.
Además, en Romanos 5:1-2, Pablo declara: "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios." La justificación por la fe no solo trae paz con Dios, sino también una entrada continua a la gracia divina, en la cual los creyentes están firmes.
Relación Ininterrumpida con Dios
El acceso continuo y permanente a la presencia de Dios también implica una relación ininterrumpida con Él. En Juan 15:4-5, Jesús enseña sobre la permanencia en Él: "Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer." Esta permanencia en Cristo no es intermitente; es una comunión continua que da fruto y sustenta la vida espiritual del creyente.
Asimismo, en 1 Juan 5:14-15, se destaca la confianza en la oración continua: "Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho." Esta confianza en la oración refleja una relación constante y abierta con Dios, basada en el acceso asegurado por Cristo.
Conclusión
El acceso continuo y permanente a la presencia de Dios es una realidad fundamental de la vida cristiana, asegurada por el sacrificio de Cristo y su obra como nuestro Sumo Sacerdote. Las Escrituras nos enseñan que este acceso no depende del estado espiritual fluctuante del creyente, sino de la obra completa y suficiente de Cristo. A través de Jesús, los creyentes pueden acercarse confiadamente al trono de la gracia, vivir en una relación ininterrumpida con Dios y disfrutar de una comunión constante con su Creador. Esta perspectiva nos invita a vivir con la seguridad y la confianza de que, en Cristo, siempre tenemos acceso a la presencia de Dios, fortaleciendo nuestra fe y nuestra vida espiritual.
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